Las despedidas siempre son amargas, pero si encima son en El Remolino nos cuestan un poquito más, porque viviríamos de campamento eternamente, aún con el sueño con el que nos levantamos porque irnos a la cama nos cuesta un mundo queriendo exprimir el tiempo; con el calor que hace a ciertas horas pero que olvidamos pronto sumergidos en la piscina; aún con los momentillos de bajón en los que echamos de menos casa pero que se olvidan con el abrazo de algún monitor/a; hasta limpiaríamos el cuarto a fondo cada mañana si eso significase aprovechar unos días más con los amigos/as, porque en el Remolino al final los amigos y amigas se convierten en familia remolinera y están ahí para todo.
¿Cómo no nos va a costar despedirnos si un año de espera siempre es demasiado largo?
¡¡¡Hasta el año que viene chicos/as!!!
Ya estamos tachando los días en el calendario.
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