La otra noche nos volvió a visitar Margarita, la niña que el primer día de quincena apareció con su abuela diciendo que no le gustaban los cuentos y al final se fue de aquí contenta de saber que los cuentos escondían más mensajes de lo que parecía a simple vista.
Llegó al tótem llorando porque su mamá la había castigado por ser un poco impertinente.
Después de hablar con los niños y niñas del Remolino se dio cuenta de que debía pedirle perdón a su madre cuando volviera a casa, y para recompensar haberla ayudado, ella les enseñó un juego que ella misma había hecho, la Oca a lo grande.
Constaba de un tablero grande, un dado gigante, y nos teníamos que dividir en equipos, y claro para hacerlo más divertido aún, casilla en la que cayeras, prueba que debías pasar.
Nos lo pasamos estupendamente, y aprendimos que incluso los juegos más antiguos pueden convertirse en algo súper divertido.
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